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Leyenda de Bellacor

Hace varias generaciones atrás, enviamos a nuestros mejores cazadores a cartografiar el mundo. Partieron con la promesa de volver… pero de entre ellos solo regresó una mujer, débil y destrozada. Llevaba en brazos a un niño con cuernos, y aunque muchos lo vieron como una abominación. Cuando el líder lo vio, encontró furia en sus ojos… una promesa de guerra. El líder tuvo una visión: vio al niño en un campo de batalla, rodeado de fuego y sangre, liderando una guerra imposible de ganar. Por eso lo llamó Bellacor, 'el nacido de la guerra', porque desde su nacimiento estaba marcado por el conflicto.

Creció entre nosotros, cazando bestias, forjando armas y dominando el combate. Era imparable. Pero no fue hasta que los gigantes despertaron en las montañas que mostró su verdadero poder. Bellacor partió con tres cazadores en busca de criaturas legendarias para forjar un arma capaz de derrotar a los gigantes. Viajaron por islas heladas, selvas impenetrables y volcanes rugientes. Con las partes de las criaturas que cazaron, forjaron un arma sin igual, un martillo al que llamaron Tyrsmash, 'el Martillo del Conflicto Eterno'. Este invocaba el poder del mismísimo demonio de la guerra.

Cuando Bellacor lo alzó al cielo, aquellos que estaban en la aldea pudieron ver cómo el cielo mismo se desgarraba, y un inmenso martillo, más grande que una montaña, aparecía entre las nubes. Este descendía con una fuerza imposible, impactando contra las montañas y reduciendo a los gigantes a polvo en un solo golpe. El eco de su caída resonó por todo el mundo, anunciando el poder de Bellacor y su destino como el portador de la guerra.

En la última montaña, tras derrotar a los colosos, apareció una mujer de ojos vendados. No dijo una palabra, pero Bellacor, sin vacilar, supo lo que tenía que hacer. 'Debo marchar con ella,' dijo, 'pues su guerra es la mía ahora.'