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Sesión 19 - 15/02/25

Adentrándose en el bosque maldito de Rose, los protagonistas pronto notaron que aquella tierra no era como las demás. A diferencia de los bosques moribundos azotados por la guerra y la enfermedad, aquí la naturaleza prosperaba de forma exuberante y salvaje. Árboles majestuosos se alzaban por todas partes, sus copas cubiertas de rosas, enredaderas y flores de colores intensos que florecían sin control.

A medida que avanzaban, sintieron que no estaban solos. Sombras esbeltas se movían entre las ramas. Las elfas del bosque les observaban en silencio, pero cada vez que intentaban fijar la mirada en ellas, desaparecían como si nunca hubieran estado allí.

La noche cayó, y acamparon en aquel bosque vivo, turnándose en guardias. Durante la madrugada, una figura alta apareció en la penumbra, observándolos desde la distancia. Pero antes de que pudieran reaccionar, desapareció en la negrura.

A la mañana siguiente, continuaron su marcha hasta alcanzar el gran árbol Ilvanor. En su tronco y ramas, varias elfas escalaban con agilidad sobrehumana. La única manera de continuar era ascender. Campbell usó su capacidad de vuelo para adelantarse, mientras el resto trepaba con cuidado. Knux, al ver que Norgon tenía dificultades, le entregó un equipo de escalada y ascendió junto a él.

Al alcanzar la cima, los recibió un grupo de elfas de cabellos dorados, envueltas en vestidos elegantes, muy distintas de las cazadoras que los habían estado vigilando. Se apartaron en silencio, formando un pasillo. En el centro, emergió una figura imponente.

Rose. No era una elfa, era algo más. Alta, de belleza casi irreal, su vestido parecía estar hecho de pétalos vivos que se movían con la brisa. Su sola presencia exudaba una majestuosidad natural que hacía imposible apartar la mirada.

Con voz suave, los invitó a disfrutar de la hospitalidad de su reino: comida, termas… incluso compañía. La oferta despertó la desconfianza del grupo, pero entendieron que rechazarlo todo de inmediato podría ser un error. Finalmente, accedieron a sentarse a comer.

Desde una terraza con vistas impresionantes del continente, comenzaron a hablar con Rose. Al principio, la conversación fue amena, pero pronto la atmósfera cambió. Rose comenzó a acusarles de su naturaleza humana, de la crueldad inherente de su especie, y en particular, de los crímenes de la Orden de Bellacor. Su desdén por los humanos era absoluto.

Cuando el grupo intentó defenderse, Rose mostró su verdadero poder. Sin previo aviso, sus cuerpos comenzaron a endurecerse. La piel se transformaba en madera, las extremidades se volvían rígidas. No podían hacer nada para resistirse.

Fue entonces cuando reveló más de su historia. Murgoth, el Dios de la Enfermedad, estaba enamorado de ella, aunque ella solo sentía desprecio hacia él. Además, el ojo de Knux, sanado por Murgoth, no era un regalo desinteresado: era una ventana a través de la cual el Dios de la Enfermedad observaba el mundo.

La transformación continuaba. Iba a convertirlos en parte de su bosque.

Desesperados, intentaron razonar con ella. Si los cultos continuaban avanzando, ni siquiera su santuario estaría a salvo. Rose se detuvo y les ofreció un trato: los perdonaría si le traían a una niña humana recién nacida. Ella la convertiría en elfa y así fortalecería su pueblo.

No había alternativa. Aceptaron el trato.

Pero antes de cerrar el pacto, Elia tomó la palabra. Si Rose realmente quería que aceptaran este acuerdo, debía añadir su apoyo a su causa. Rose sonrió. Podría hacerlo, pero solo si Elia sacrificaba todo por ella.

Elia aceptó.

En ese instante, su cuerpo cambió. Su piel se tornó pálida, su figura más esbelta. Sus orejas se alargaron. Ya no era humana. Ahora era una elfa… y con ello, compartiría el rechazo que sufrían las hijas de Rose.

Con el pacto sellado, la transformación del grupo se detuvo. Rose no les dio más tiempo para discutir. Con un gesto de su mano, un portal se abrió, y antes de que pudieran reaccionar, fueron expulsados de su bosque.

El grupo se resignó a cumplir con su tarea. No tenían otra opción si querían evitar convertirse en parte del bosque de Rose. Pero tras lo sucedido las veían como un pueblo en busca de supervivencia, sino como una plaga que se aferraba a la humanidad para sostenerse.

Norgon utilizó su hechizo de viaje y recorrieron varias aldeas y villas en busca de un bebé. Pero el norte estaba destrozado. Muchas poblaciones habían sido consumidas por Murgoth. Otras habían sido arrasadas por los seguidores de la Guerra. No encontraron rastro de esperanza.

Sin más opciones, avanzaron aún más hacia el norte, combinando su misión principal con la búsqueda de la niña que necesitaban. Finalmente, llegaron a Krugnir's en mitad de la noche. Convencieron a los guardias de que les permitieran entrar. Dentro de aquellas murallas, quizá encontrarían la solución a su dilema… o quizás, una condena aún peor.