Skip to main content

Sesión 08 - 28/09/24

Soriz, antiguo compañero de aventuras de Knux y ahora Paralictor de los Caballeros Negros, solicita una conversación privada con el grupo. Nada más empezar, reconoce a Elia como una caballera renegada, acusada de traición y asesinato dentro de la Orden. A pesar de la tensión inicial, deja claro que no tiene intención de arrestarla. En su lugar, los invita a beber en una taberna, con la intención de aliviar la situación y recordar viejos tiempos. Knux, habiendo compartido aventuras con Soriz antes de su ingreso en los Caballeros Negros, disfruta de la reunión, y la conversación permite que el grupo fortalezca sus lazos con él.

Durante la charla, Elia confiesa que en el pasado comenzó a escuchar voces de Pharasma, que le ordenaron asesinar a sus compañeros de la Orden como parte de un propósito mayor. Campbell menciona la existencia de las Hermanas de la Profecía, una rama de mujeres dentro de la Iglesia de Pharasma, y sugiere que Elia podría estar vinculada a ellas, aunque no hay pruebas concluyentes. Soriz, por su parte, explica la estructura de los Caballeros Negros y menciona que el Gran Maestre de la Orden es Kergatt, quien en el pasado dejó escapar a Elia cuando fue arrinconada por sus crímenes. En la actualidad, Kergatt está inmerso en tensas negociaciones diplomáticas con la Iglesia de Pharasma sobre el control de un distrito de Eldria infestado de no-muertos, en el que la Iglesia ha prohibido la intervención de la Orden.

La velada concluye con un momento cómico cuando Soriz, tras una apuesta con Campbell sobre la jerarquía de sus respectivas organizaciones, gana la discusión y, en la emoción del momento, le da una nalgada a una camarera. Esta reacciona golpeándolo y persiguiéndolo por la taberna, generando una escena ridícula ante la mirada de los demás.

Al salir, los protagonistas son abordados por habitantes de Elmsdale, quienes habían informado a los Caballeros Negros de la plaga para ayudarles, haciéndoles así coincidir con Soriz. Los aldeanos, agradecidos por la ayuda recibida, Elia entrega su botín a los supervivientes para que puedan reconstruir sus vidas en una nueva aldea. Tras despedirse, el grupo prosigue su viaje hasta Eldria.

Una vez en la capital, deciden deshacerse de la cabeza de Grigor entregándosela a un vagabundo en los suburbios. Después intentan acceder a la zona en cuarentena, pero son bloqueados por un grupo de Caballeros Negros que afirman estar allí por orden de la Iglesia de Pharasma, a pesar de que ambas organizaciones veneran dioses distintos. Ante esta situación, Campbell sugiere ir a la catedral y hablar con la Acólita de la Transición, quien supervisa los asuntos de la Iglesia en Eldria.

Al llegar a la catedral, los protagonistas se encuentran con Albrecht Von Mortis, el Vigilante del Umbral y segundo al mando en la Iglesia de Pharasma. Este recibe con desdén a Campbell y observa con desprecio al grupo. También está presente Kergatt, el Gran Maestre de los Caballeros Negros, quien, al ver a Elia, recuerda su juramento de matarla si volvía a encontrarla. Temiendo ser reconocidos, los protagonistas intentan retirarse, pero sus almas se ven perturbadas por el espíritu sin descanso de Mathew. La agitación espiritual los delata como animistas, atrayendo la atención de Albrecht.

Sin dudarlo, Albrecht ordena que Kergatt escolte al grupo hasta el Refugio de los Perdidos, una institución destinada a los animistas dementes. Durante el trayecto, Kergatt muestra un conflicto interno al ver a Elia, incapaz de decidir si cumplir su juramento o no. Los protagonistas intentan resistirse, pero finalmente son sometidos y llevados hasta la Academia de las Ánimas, donde son entregados a un hombre llamado Ethelmoer, el líder de la academia, quien tiene su alma vinculada a una estatua. Sin recibir más explicaciones, son escoltados hasta el sótano, donde se encuentra el Refugio de los Perdidos.

Una vez dentro, se ven rodeados de animistas perturbados, cuyos comportamientos erráticos generan una atmósfera inquietante. Mientras deambulan por el patio, conocen a Ravel, un animista evidentemente trastornado, que cambia de tono y personalidad constantemente mientras les habla. A pesar de su estado, menciona que existen formas de curar su condición, aunque insinúa que todas ellas implican sacrificios terribles y consecuencias peores de lo que podrían imaginar. Su actitud errática hace que el grupo desconfíe de su información, pero entonces aparece otro animista, Norgon, mucho más cuerdo y serio, que toma el relevo de la conversación.

Norgon confirma que las curas mencionadas por Ravel existen y explica en detalle las tres opciones principales:

  • Utilizar otras almas como ancla: Consiste en unir varias almas ajenas a la propia para evitar que esta se separe del cuerpo. Sin embargo, este método provoca una locura progresiva a medida que se suman más almas como anclas.
  • Transferencia a un objeto: Permite mover el alma a un objeto inanimado, lo que impide la muerte del cuerpo, pero condena al animista a una existencia inmaterial, atrapado en el objeto para siempre.
  • "Reparar" el alma triturando otras: La opción más espantosa consiste en capturar y destruir almas de otras personas, usando los fragmentos resultantes como "pegamento" para reparar los desgarrones del alma del animista. Sin embargo, esto es solo una solución temporal y requiere un suministro constante de almas.

Por último, Norgon revela que Amenia, a quien conocieron en Elmsdale, estuvo atrapada en este mismo lugar antes de su supuesta muerte. Sin embargo, los cuidadores se deshicieron de su cuerpo, lo que resulta inquietante, ya que el grupo la ha visto viva recientemente. Según Norgon, Amenia intentó salvarse recurriendo a rituales prohibidos, explorando caminos como convertirse en liche o demonio, pero ninguno resultó exitoso, dejando su destino como un misterio.