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Sesión 16 - 18/01/25

Tras su enfrentamiento con Nix y su tensa conversación con Murgoth, el grupo se apresuró en regresar a la ciudad. Sin embargo, al cruzar las puertas, fueron recibidos por una visión infernal. Las calles estaban infestadas de ciudadanos convertidos en ghouls, sus cuerpos deformados y retorcidos por el toque del culto de Muerte. Entre ellos, los acólitos también avanzaban implacables, masacrando a los vivos y propagando la corrupción.

El grupo se vio obligado a luchar. En varias calles, se encontraron con las Veladoras, las letales asesinas de la Guardiana del Destino, defendiendo a los inocentes con precisión quirúrgica. Sus movimientos eran veloces, sus ataques letales, pero incluso ellas estaban siendo sobrepasadas por la cantidad de enemigos. Con cada calle que despejaban, quedaba claro que no podían salvar a todos. La ciudad se estaba perdiendo.

Sin más tiempo que perder, el grupo avanzó hacia la catedral. El templo, que alguna vez fue un bastión de fe, ahora estaba manchado de sangre. Los cuerpos de los caídos yacían en el suelo, sus almas aún flotando en el aire, atrapadas en el borde del olvido. Sin detenerse, corrieron hacia la cascada de almas y accedieron a la sala secreta de la Guardiana del Destino.

La sala había sido atacada. En el suelo, una Veladora agonizaba, su cuerpo destrozado. Con sus últimas fuerzas, rompió su voto de silencio y les reveló que la Guardiana estaba al fondo de la sala, luchando contra un enemigo. Sin dudar, los protagonistas avanzaron, solo para presenciar una escena aterradora: un caballero de Bellacor, su armadura ennegrecida por la corrupción de la muerte, atacaba sin piedad a la Guardiana.

El combate fue brutal. El caballero, con su guisarma de hoja negra, controlaba el campo de batalla con un alcance letal, obligando al grupo a esquivar sus barridos devastadores. Su mera presencia anulaba la magia curativa, impidiendo que los protagonistas se regeneraran. Cada golpe que acertaba resonaba con una fuerza inhumana, y su armadura pesada absorbía los ataques que lograban conectar. A pesar de la desventaja, el grupo resistió, forzando al no-muerto a cometer errores. Tras una batalla feroz, el caballero finalmente cayó, su cuerpo desmoronándose en cenizas.

Con la amenaza eliminada, la Guardiana del Destino quedó en manos de la Veladora superviviente, mientras los protagonistas avanzaban hacia la cámara del artefacto.

Allí, los esperaba Von Mortis.

El líder de la Iglesia de Pharasma ya no tenía necesidad de ocultar su verdadera naturaleza. Su piel marchita y su mirada impasible delataban lo que realmente era: un liche. Con un gesto de su mano esquelética, desató su poder. La voluntad de los protagonistas fue sometida por su magia, obligándolos a luchar entre sí mientras él continuaba su ritual.

Elia y Knux, los combatientes del grupo, cayeron bajo su dominio, girando sus armas contra sus propios aliados. La situación parecía desesperada. Con dos guerreros consumidos por la magia del liche, los conjuradores tenían pocas opciones para resistir. Pero incluso en la oscuridad más profunda, el grupo se aferró a su voluntad. Con un esfuerzo titánico, sus almas lucharon contra la influencia de Von Mortis, y finalmente, la atadura se rompió.

Von Mortis, agotado pero aún imponente, se preparó para matarlos con su último conjuro. Sin embargo, en ese instante, una luz espectral surgió del interior del grupo. Las almas que habían absorbido en Eldoria, aquellas que los habían protegido de su maldición como animistas, se liberaron en una explosión de energía. La ola de luz desintegró el cuerpo de Von Mortis. El ritual fue interrumpido. El artefacto quedó inutilizado. La ciudad estaba salvada.

Pero la victoria tuvo su precio. Con la liberación de las almas, el grupo perdió la única barrera que los mantenía a salvo de su destino como animistas. Su condición volvía a ser inestable. Peor aún, Von Mortis no estaba realmente muerto. Como liche, su esencia se regeneraría en su filacteria en pocos días. La lucha no había terminado.

Con el combate concluido, regresaron junto a la Guardiana del Destino. Norgon analizó su condición y confirmó que el ritual la había transformado en una animista, pero su estado era aún más grave que el del grupo. Estaría en coma durante meses.

Desesperados, preguntaron si había alguna forma de ayudarla. Tras debatirlo, llegaron a una única conclusión: Amenia. La animista que había sobrevivido contra toda lógica, la que había encontrado formas de desafiar su propia naturaleza, quizás poseyera el conocimiento necesario para salvar a la Guardiana del Destino.

Con ese pensamiento en mente, los protagonistas abandonaron la catedral, listos para su próximo desafío.