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Sesión 11 - 02/11/24

El grupo abandonó el distrito en llamas, dejando atrás el desastre que habían desatado con el artefacto. Sin embargo, su escape no fue tranquilo. En el corazón del bosque, una emboscada les esperaba.

Ocultos entre los árboles, otros los cultistas les tendieron una trampa. Sus armaduras recordaban a los antiguos legionarios, pero sus cascos con cuernos y magia que envolvía sus armas. Usaban pergaminos para invocar fuego y acero, lanzándose al combate con una disciplina brutal. Eran fuerzas de la Orden de Bellacor que solo creían en la guerra eterna. La batalla fue encarnizada, pero los protagonistas lograron abrirse paso, acabando con varios de sus atacantes y despistando al resto antes de regresar a la ciudad.

Una vez a salvo, acudieron al gremio para informar a Anderson. Explicaron todo lo sucedido: el distrito perdido, la batalla en la torre, la activación del artefacto y la presencia de Murgoth. Anderson asimiló la información con rapidez y trazó un plan. Identificó cuatro pasos clave para su siguiente movimiento:

  1. Buscar más artefactos: La clave para comprender lo que está ocurriendo y detener la maldición que les afecta podría estar en estas reliquias antiguas.

  2. Conseguir el apoyo de Rose: La líder de las elfas del bosque maldito podría ser una aliada crucial en su lucha.

  3. Contactar con la Guardiana del Destino: Conseguir la ayuda de la Iglesia sería complicado, pero era una vía que no podían ignorar.

  4. Defender a los Animantes: Sin su conocimiento, la investigación sobre la enfermedad del alma se detendría por completo.

Con estas metas en mente, Anderson se despidió. Regresaría al sur, donde intentaría asegurar alianzas y preparar el terreno para futuros movimientos.

Los protagonistas, por su parte, volvieron a la base de los Animantes. Allí, Ethelmoer les pidió ayuda con un caso urgente en las profundidades del Refugio de los Perdidos. Raven, su compañero, necesitaba apoyo con un animista trastornado que había causado disturbios entre los residentes.

Al llegar al Refugio, encontraron al animista en cuestión, pero pronto se dieron cuenta de que no era un simple lunático. Una presencia oscura habitaba su cuerpo. Sus palabras eran frías, calculadas, y en cuestión de segundos, quedó claro lo que estaba ocurriendo: el líder del culto de Muerte había poseído su cuerpo y ahora tenía el control.

El ser habló con desprecio. Amenazó a los protagonistas por interferir en sus planes y, con un gesto de su voluntad, extendió su influencia sobre todos los animistas del refugio. Uno a uno, comenzaron a retorcerse, gritando en agonía mientras sus cuerpos se rendían ante la posesión. Solo los protagonistas quedaron intactos. La absorción de las almas en el distrito les había cambiado de alguna manera, protegiéndolos de la corrupción.

Lo que siguió fue una masacre. Animantes y animistas se volvieron unos contra otros en una carnicería sin sentido. Raven cayó inconsciente en medio del caos, pero su cuerpo permaneció libre de control. Decidieron dejarlo en una de las celdas seguro y buscar una salida mientras el refugio entero se sumía en el caos.

Al escapar al exterior, la situación no mejoró. Muchos animistas habían logrado huir y ahora sembraban el terror en la ciudad. Atacaban a los habitantes, consumidos por la influencia del culto de Muerte. La respuesta no tardó en llegar. Los caballeros de la Orden de Bellacor irrumpieron en la escena y, con su brutal eficacia, exterminaron a los animistas sin vacilación. No hubo negociaciones. No hubo redención. Solo muerte.

El desenlace fue inmediato y devastador. El reino declaró oficialmente a los animistas como una amenaza para la humanidad. Ethelmoer fue puesto a juicio. Su destino, así como el del conocimiento sobre el alma, quedaba en manos de aquellos que ahora lo consideraban un enemigo.